El sonido es repetitivo e incesante, miles de gotas caen sin cesar en mi ventana, en mi patio, en mi techo, puedo oír todos esos pequeños golpecitos que multiplicados en cantidades abismales, me llevan a pensar lo peor, viento, frío, humedad, aquel que no tenga refugio sufrirá bastante.
Yo solo puedo ver el exterior con dolor en mí pesar, es tarde y mañana la gente tendrá que madrugar. Yo por el cambio solo puedo escribir estas líneas pensando en que será de mí mañana cuando me levante tarde y somnoliento y no haya colacao para echar en la leche.
La lluvia parece ir cesando en su estruendo, parecen no escucharse los truenos y parece por fin terminar cediendo la lluvia que tanto ha agitado mi mente y mi alma. Esa lluvia cargada de lágrimas de niños, que quieren un trenecito con el que jugar.
Ahora que ha cesado me pregunto ansioso, si debería haberme puesto algo encima, una capa o un gorro curioso, salir a fuera, grabarme entre lluvias y truenos y gritar al cielo:
¡YA OS TENGO CATETOS!
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